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La testigo que fue víctima y relató el infierno de las garras del pastor

El pastor fue condenado a 18 años el jueves pasado en el Tribunal Penal Uno de Oberá.

(elterritorio.com.ar) El pastor Baldomiro Runge fue condenado a 18 años de cárcel por abuso sexual a menores. En el juicio declaró una mujer que corroboró los hechos y el modus operandi

Desconsolada, envuelta en llanto, temblorosa. Los recuerdos del horror volvieron para atormentar a N. S. (31), quien apenas abandonó la sala de debates del Tribunal Penal Uno de Oberá se desplomó en el primer rincón que halló libre. La mujer se puso en cuclillas y abrazó sus piernas mirando hacia la pared, postura natural que asume el perseguido, el que teme que lo atrapen y lastimen. Fue la manera inconsciente que encontró de escapar del monstruo que tanto mal le hizo.

El último jueves, N. S. llegó al Tribunal como una de los diez testigos del debate oral contra el pastor evangélico Baldomiro Runge (56), quien fue juzgado por abuso sexual en perjuicio de tres niñas que estaban bajo su cuidado en el Hogar Esperanza, de San Vicente. Llegó como testigo, pero en la primera frase de su declaración dejó en evidencia que también fue una víctima del mismo hombre. Contó que arribó a la institución junto a tres hermanos y el pastor la accedió cuando tenía 9 años.

“Lo que vivimos en ese hogar fue un infierno que nunca conté por las amenazas. Tuve y sigo teniendo mucho miedo, ni psicólogos ni psiquiatras me pueden sacar de este estado. Me violó por primera vez cuando tenía 9 años, y no era la única”, declaró ante la conmoción de la sala.

El testimonio de N. S. no hizo más que avalar las acusaciones previas y corroboró el modus operandi de Runge, quien se aprovechaba la vulnerabilidad de las menores, ya que la institución que dirigía recibía a niños y niñas judicializados. Criaturas que acarreaban historias de violencia y abuso.

Pequeñas que primero fueron víctimas de sus propias familias y después fueron violadas y amenazadas por la persona que debía protegerlas. En ese contexto se concretaron los aberrantes crímenes del pastor.

Plan siniestro

Tal como expresó la fiscal Estela Salguero en su alegato, Runge aprovechó la extrema vulnerabilidad de sus víctimas, ya que sabía que afuera del hogar no tenían a nadie que vele por ellas. Un plan siniestro diseñado a su antojo.

Por ello, apenas tuvieron la edad suficiente, las adolescentes buscaron alguna pareja que les brindara un techo y abandonaron el hogar. Fue la manera que encontraron para escapar del infierno.

Ante el cúmulo de pruebas, el Tribunal Penal de Oberá condenó al pastor a 18 años de cárcel por los delitos de abuso sexual con acceso carnal y abuso sexual simple reiterado, agravado por haber sido cometido por un ministro de un culto y encargado de la guarda, y amenazas.

Además, atento al conmovedor aporte de N. S., en la sentencia se ordenó extraer copia del acta del debate correspondiente a la declaración de la testigo y que esta se remita a la fiscalía de instrucción en turno “a los efectos de investigar la posible comisión de delitos denunciados en la misma”.

Es decir que más allá de los 18 años impuestos, en otra instancia Runge podría ser juzgado por abuso sexual en perjuicio de una cuarta víctima.

En el debate el pastor negó los hechos y se encomendó a la voluntad de Dios. Tras escuchar el veredicto regresó a la Unidad Penal VII de Puerto Rico, donde se halla alojado desde hace más de dos años.

En la cárcel comparte celda con personas de su mismo credo y continúa con su actividad religiosa, encabezando grupos de oración y estudio bíblico.

“Les decía mami y papi”
La primera denuncia contra Runge fue radicada en 2004 por una menor que entonces tenía 16 años, aunque los abusos se produjeron cuando tenía 13.

En la instrucción, la víctima -identificada como M. C., hoy de 34 años- relató que el pastor la sometió en su propia casa, aprovechando que su esposa se hallaba enferma.

Los hechos se registraron cuando el acusado estaba al frente del Hogar Esperanza. Tras la denuncia original, otras dos adolescentes denunciaron a Runge.

Si bien la denuncia que disparó la causa se registró hace 18 años, el proceso se dilató por la rebeldía del imputado, quien permaneció prófugo durante varios años.

En su alegato, la fiscal Salguero precisó que M. C. llegó al hogar cuando tenía 2 años. Por un tiempo su mamá la visitaba, pero en un momento dado dejó de hacerlo y la pequeña quedó totalmente carente de familia. Nadie velaba por ella, salvo los encargados del hogar, es decir Runge y su esposa.

“Cuando tenía 13 años, una noche la víctima fue a la casa de Runge -que estaba al lado del hogar- para cuidar a las hijas del matrimonio porque la esposa estaba enferma. ‘Fui a dormir y dejé la puerta sin llave. No desconfiaba, porque yo a ellos les decía papi y mami’, declaró la víctima, y detalló cómo le sacó la ropa, se subió sobre ella y la accedió carnalmente”, expresó la Salguero.

Subrayó que la víctima no tenía nadie a quien contarle lo sucedido, pero además el pastor la amenazaba: “Me decía que me iba a romper la cara a piñas”, declaró oportunamente.

Oración y manoseos

Sin familia y desbordada por la violencia ejercida por quien tenía la obligación de protegerla, la única válvula de escape para M. C. fue contarles a sus amigas más cercanas del hogar, de las cuales dos le dijeron que a ellas también el pastor las manoseaba.

“Nos tocaba por debajo de las polleras, nos besaba y manoseaba los pechos en cualquier lugar. Y más cuando orábamos, porque cerrábamos los ojos. Nos hacía cerrar los ojos para rezar y aprovechaba para manosearnos”, aseguró.

En tanto, la fiscal mencionó que C. V. y G. C. (otras dos víctimas) “declararon en forma coherente y coincidente con M. C. Sus testimonios se encuentran en el expediente y fue lo que dio origen a la causa”.

La única opción para escapar del infierno que encontró M. C. fue irse con una pareja, cuando apenas tenía 16 años.

“Fue como que le hice un favor”, declaró en el debate el hombre, quien fue citado como testigo, reconociendo que no los unía tanto el amor sino que fue como un medio para que la chica pueda salir del hogar.

“En una ocasión el muchacho notó que una camioneta interceptó a su pareja, cuando le preguntó qué pasaba ella le contó llorando lo que le había sucedido en el hogar y él le dijo que debía denunciar”, explicó la fiscal Salguero.

Incluso, el testigo contó que la familia de Runge llegó a ofrecerle una camioneta para que convenciera a la víctima de levantar la denuncia.

El acusado negó los cargos

Si bien durante la instrucción el pastor Baldormiro Runge nunca declaró, en el inicio del juicio oral decidió romper y negó las acusaciones. “Confío en Dios y sé que Dios hará justicia”, dijo y aclaró que “en estos años jamás me fui de Misiones”, dejando entrever que no estuvo prófugo ni rebelde, sino que las autoridades no lo buscaban.

En otro tramo dijo que “el hogar siempre estuvo abierto para todas las autoridades de control, muchos funcionarios llegaban, hablaban con los chicos y siempre estuvo todo funcionando bien”.

La defensa de Runge estuvo a cargo de Sebastián González, Vicente Halfonso y Facundo González, de los cuales los dos primeros dos realizaron el alegato.

De todas formas, los letrados hicieron hincapié y redundaron en un punto: la supuesta inconsistencia del relato de M.C. sobre la edad que tenían las hijas del acusado al momento del hecho descripto en la casa.

“Se aprovechó del estado de vulnerabilidad de las víctimas”

Sin lugar a dudas, el momento más fuerte del juicio fue cuando se escuchó el testimonio de N. S., quien se presentó como testigo y resultó ser una víctima.

“Escuchamos y vimos en el estado en que declaró. Lloraba y temblaba por el miedo que le tiene al acusado, quien la violó a los 9 años. Dijo: ‘Tengo mucho miedo. Lo que vivimos fue un infierno que nunca conté por las amenazas’. Y es lógico, porque ella llegó al hogar con tres hermanos y temía por lo que les podría pasar”, remarcó la fiscal.

Y agregó: “Cómo no va ser de esa forma si luego del abuso venían las amenazas. Dijo que no puede salir de ese infierno, que ni psicólogos ni psiquiatras pudieron sacarla del estado en el que está”.

Antes de solicitar 18 años de cárcel, Salguero opinó que “nadie que no haya vivido eso puede contar los detalles que contaron las víctimas”.

“Runge se aprovechó del estado de vulnerabilidad de las víctimas, que estaban solas y sin familia, sin otro lugar donde vivir, donde comer. No tenían donde escapar. Tengan en cuenta la conducta de Runge: las amenazas y la posterior fuga. Era pastor de una iglesia, lo que agrava su conducta. Tiene que pagar por lo que hizo”.

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