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Pamela Sosa fue a la casa de Aníbal Lotocki para increparlo tras la muerte de Silvina Luna

La vedette estuvo en pareja durante ocho años con el polémico cirujano, quien la operó en diversas oportunidades y por esas intervenciones hoy padece graves problemas de salud

(elterritorio.com.ar) “¿Qué más quieren esperar, qué más quieren esperar?”, gritaba Pamela Sosa desesperada y hecha un llanto. La vedette no encontraba consuelo cuando durante esta noche fue hasta la casa de Aníbal Lotocki para increparlo tras conocerse el triste fallecimiento de Silvina Luna, ocurrido durante el mediodía de este jueves 31 de agosto.

“Forro hijo de puta, da la cara. Quiero que dé la cara, da la cara, Lotocki. Vení acá, forro de mierda, vení a hablar conmigo. Lotocki, asesino de mierda. ¿Cuántas más víctimas tienen que pasar? Hijo de puta, ya vas a quedar preso. Forro hijo de mil putas”, seguía Sosa, desencajada, golpeando una puerta de vidrio y mientras era rodeada por un enjambre de cámaras que hacían guardia en la puerta del domicilio del cirujano, quien reside en la localidad bonaerense de Vicente López.

Sosa y Lotocki estuvieron en pareja durante ocho años. El médico la operó en diversas oportunidades para mejorar el aspecto de sus pechos, glúteos y piernas. Luego de su separación, la vedette asegura que padece graves problemas por causa de los productos que el médico le colocó en el cuerpo. De ahí se desprende su indignación ante el fallecimiento de Luna.

“¡Justicia de mierda! Este tipo tiene que estar preso, chicos”, le dijo después en un hilo de voz a los noteros de los distintos canales de televisión que la rodeaban con sus micrófonos. “Lo quiero matar, lo quiero matar, lo quiero matar. Tengo mucho enojo. Con Silvina veníamos trabajando hace cinco años, era mi compañera de la Justicia junto con Burlando”, agregó luego.

“Una obviamente tiene miedo por lo que puede pasar. Pero se murió una persona joven, una víctima de este hijo de mil putas. ¡Es un hijo de puta! ¡Hijo de puta, salí!”, gritó después. Y sobre Silvina Luna, agregó: “Era una mina que tenía futuro, una persona que quería tener una familia. No me quiero ni imaginar su hermano como debe estar, por Dios. Una persona querida, una buena persona. ¿Por qué, por qué? Todo por este hijo de mil putas y la Justicia que no hace nada”.

“Es un asesino suelto, ya mató a un montón de personas. Necesitamos que alguien nos ampare. Acá nadie nos cuida, necesitamos una sentencia firme. Hace años que con Silvina estábamos peleándola con esto, sometiéndonos a un montón de estudios que son horribles. Ustedes no saben, chicos. Pinchazos por acá, pinchazos por allá”, explicó. “Yo tengo una diabetes que la llevo bien. Pero no tendría que ni tenerla, esto es por la mierda de veneno que nos puso este hijo de puta. Quiero que salga, quiero que de la cara y me diga por qué mierda tenemos esto adentro”, dijo sobre sí misma.

En una entrevista con la revista Gente, Sosa había explicado que sufre diabetes y que le apar.ecieron unos granulomas en todo el cuerpo. Además, tiene que soportar fuertes dolores: “Ahora estoy medicada para poder soportarlo. Aparece cuando estoy sentada, hago ejercicios o algo muscular. Yo era una mujer sana. Nunca creí que Aníbal podía hacerme mal. Hasta que consulté a la doctora Mónica Militto y me abrió los ojos”.

El metacrilato sería la sustancia tóxica que le colocó Lotocki y la causante de sus problemas de salud. “Tengo por lo menos un kilo de producto. Es imposible sacarlo: se pega a los tejidos. Sé que estos bultos los voy a tener hasta que me muera. Según el Ministerio de Salud, el metacrilato no se puede usar en grandes cantidades, porque puede producir enfermedades autoinmunes”, contó.

Pamela contó que pensó en quitarse la vida cuando estaba junto a Lotocki. “Tuve un intento de suicidio cuando estaba con él. Me quise matar con la insulina: me puse muchísima, me quería ir... No quería vivir más. Bajé las escaleras temblando. Él estaba conmigo en la cama. Y zafé porque empecé a comer dulces. En los últimos tiempos no lo soportaba. Recibía maltrato psicológico. Me hacía sentir un trapo de piso. Me decía que no valía nada si no estaba con él. En mi último cumpleaños que compartimos, en 2014, me levantó la mano. Nunca me había pegado. Discutimos y me dio una palmada. Me puse a llorar. No podía más...”, contó con crudeza.

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