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Qué es el Comando Vermelho y cómo se convirtió en una de las bandas criminales más poderosas de Brasil

Según el think tank Insight Crime, el Comando Vermelho cuenta con unos 30.000 miembros y trafica toneladas de cocaína procedentes de Bolivia y Paraguay.

(misionesonline.net) Nacido en una prisión de Río de Janeiro durante la dictadura militar, el Comando Vermelho (CV) es hoy una de las organizaciones criminales más temidas y con mayor presencia territorial de Brasil. Su historia combina elementos de política, violencia, narcotráfico y control social en las favelas cariocas, y su influencia ya traspasa las fronteras nacionales.

                                                               

Este martes, el gobierno de Río de Janeiro ejecutó “el mayor operativo policial de su historia”, según confirmaron las autoridades, contra el CV. Más de 2.500 agentes fuertemente armados de la Policía Civil y Militar irrumpieron en los complejos de favelas de Penha y Alemão, en la zona norte de la ciudad, en un enfrentamiento que dejó al menos 64 muertos, incluidos cuatro policías, y 81 detenidos.

El Comando Vermelho surgió en la década de 1970 dentro de la prisión Cándido Mendes, en la isla de Ilha Grande (Río de Janeiro). Allí, militantes de izquierda encarcelados durante la dictadura militar comenzaron a compartir espacio con delincuentes comunes, formando la Falange Vermelha, una organización de inspiración política que buscaba resistir al régimen desde las cárceles.

                                                              

Con el tiempo, sin embargo, el grupo perdió su ideología y se transformó en una red delictiva centrada en el tráfico de drogas, especialmente cocaína, en alianza con los cárteles colombianos. Durante los años 80 y 90, el CV consolidó su poder en las favelas ofreciendo empleo, protección y servicios básicos en territorios donde el Estado estaba ausente.

Expansión nacional y liderazgo desde prisión

El liderazgo de Luis Fernando da Costa, alias “Fernandinho Beira-Mar”, fue clave para la expansión de la organización. Detenido desde 2001, Beira-Mar ha continuado manejando operaciones desde la cárcel. Diversas investigaciones revelan que incluso en prisión mantiene comunicaciones y coordina acciones mediante mensajes clandestinos y contactos indirectos.

El fiscal Anderson Batista de Oliveira, coordinador del Grupo de Actuación Especial de Combate al Crimen Organizado (Gaeco) de Rondônia, explicó:
“Hoy es muy común hablar de trabajo híbrido o remoto. El crimen hace lo mismo. Han entendido que el jefe ya no necesita estar en el estado de origen. Puede quedarse protegido en Río y tomar decisiones por videollamadas. Esto es muy ventajoso para todos”.

A partir de 2006, con la creación de las prisiones federales de máxima seguridad, el Estado brasileño intentó frenar el control carcelario del CV. No obstante, lejos de debilitarlo, estas medidas facilitaron su expansión a nivel nacional, ya que sus líderes reclutaron delincuentes de distintos estados. Hoy la facción tiene presencia en 25 estados brasileños y el Distrito Federal.

Además de dominar gran parte del narcotráfico brasileño, el CV mantiene vínculos con organizaciones de Bolivia, Paraguay y Colombia, que le proveen cocaína y armas. En la actualidad, compite directamente con el Primeiro Comando da Capital (PCC) de São Paulo por el control del tráfico de drogas y las rutas internacionales de exportación.

“Hoy, el CV disputa Brasil con el PCC. En poco tiempo, no estaremos hablando solo de seguridad pública, sino de soberanía nacional y de quién manda en el país”, advirtió Carlos Antônio Luiz de Oliveira, subsecretario de Planificación e Integración Operacional de la Policía Civil de Río.

Violencia, represión y control territorial

Según el think tank Insight Crime, el Comando Vermelho cuenta con unos 30.000 miembros y trafica toneladas de cocaína procedentes de Bolivia y Paraguay. Las favelas bajo su dominio funcionan con un sistema paralelo de control social, donde la facción impone normas, cobra impuestos informales y dicta justicia.

Las operaciones policiales contra el CV son frecuentes y devastadoras. Solo en 2024, unas 700 personas murieron en intervenciones de las fuerzas de seguridad en Río de Janeiro, un promedio de casi dos por día. Pese a ello, los expertos aseguran que estas incursiones no debilitan al grupo, sino que favorecen a las milicias rivales que avanzan sobre los territorios.

Desde la Corte Suprema se habían limitado los operativos en zonas densamente pobladas, pero esas restricciones fueron levantadas este año, lo que permitió la reciente ofensiva con saldo trágico.

 

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